O, del cambio de morada del alma.
Entonces, ya no es la vida algo que espera otra-vida sino que ahora la vida tiene un aspecto de búsqueda de albergue, refugiados, volvemos a salir de “casa” para pasar a cualquier otra “habitación” (el Templo, la Escuela, el Consultorio); estando allí, frente al Sacerdote, el Psicoanalista o el Maestro, la palabra se vuelve instrumento de confesión, y Uno, ya confesado, desnudo, sin secretos, se encontrará derrumbado por la “revelación” de una verdad atroz y extenuante. No somos otra cosa mas que el animal que cambia de morada, de domicilio, o bien, de inspiración y motivación. De un lugar a otro, el hombre, se arroja al abismo de la incertidumbre de su propia localización. Somos, como seres, el espacio que habitamos: el Mundo.
El albergue metafísico de los que huyen del mundo se ha extraviado también, tragándose a los monjes y a los profetas. Las dos caras de la moneda son tan distintas que ya no podemos adivinar. Pero, anticipándonos a un futuro, podemos proponer la re-interpretación del término metoikoi como un re-planteamiento de lo fundamental del ser que somos en el mundo. Pensemos ahora la biopolítica para una ecología social, los ecos de la antigüedad para la crítica al “todo se vale” del post-modernismo. Actualizemos al hombre en su futuro, el presente es suficiente en tanto que es lo único que se vive. Necesitamos de una experiencia del futuro que si acaso es Utopía, lo sea en tanto que crítica de lo contemporáneo.
La vanguardia está en el futuro, así como el pensamiento revolucionario.